martes, 23 de agosto de 2016

Gabinete Hermético: La Significación Religiosa y Simbólica del Cielo II

Grabado aparecido en el tratado alquímico Utriusque Cosmi Historia (1617), donde se representa a un astrólogo consultando el devenir de los astros en el cielo.


  Continuando con nuestra aproximación y comprensión de los significados simbólicos y antropológicos del cielo, indagaremos pues qué significó este antiguo concepto entre los andamanes, los africanos y los selk'nam, además de desarrollar el concepto de Deus Otiosus. Sigamos.

DIOSES CELESTES ENTRE LOS ANDAMANES, LOS AFRICANOS Y LOS SELK'NAM

Dos ancianos Andamanes o Andamaneses. 
A finales del siglo XVIII, cuando por primera vez entraron en contacto sostenido con los foráneos, había un número estimado de unos 7.000 andamaneses divididos en cinco grupos principales, con culturas diferentes, dominios separados, y lenguas ininteligibles entre sí. En el siglo XIX fueron exterminados en gran medida por las enfermedades, la violencia y la pérdida progresiva de territorio. Hoy en día, sólo quedan aproximadamente unos 400-450 andamaneses. Uno de los grupos ha sido durando mucho tiempo considerado extinto, y sólo dos de los grupos restantes todavía mantienen una independencia indestructible, rechazando la mayoría de los intentos de contacto con personas ajenas. 

   Por muy borrados que estén los rastros de este tipo de divinidades entre ciertas poblaciones aborígenes de la india, entre ellos los Andamanes, éstas conservan siempre un nexo con la vida urania y meteórica.

  En el archipélago andamanés, en una de las poblaciones más antiguas de Asia, Pūluga es el ser supremo, se lo concibe de forma antropomórfica, pero habita en el cielo y su voz es el trueno; el viento, su aliento; el huracán es el signo de su cólera, pues castiga con el rayo a quienes infringen sus mandamientos. Pūluga sabe todo pero no conoce los pensamientos de los humanos sino de día. Creó para sí mismo una esposa y tuvo hijos. Cerca de su residencia celestial se encuentra el sol (femenino) y la luna (masculino), con sus hijos, las estrellas. 

   Si Pūluga duerme, viene la sequía. Si llueve, eso significa que el dios ha bajado a la tierra y busca su alimento. Pūluga creó al mundo y también al primer hombre, llamado Tomo. La humanidad se multiplicó, tuvo que dispersarse, y después de la muerte de Tomo, olvidó cada vez más a su creador. La ira de Pūluga estalló un día y el diluvio que sumergió a la tierra entera puso fin a la humanidad: solo cuatro personas se salvaron. Pūluga  tuvo piedad de ellos, pero los humanos siguieron mostrándose recalcitrantes. Después de haberles recordado una última vez sus mandamientos, el dios se retiró y los humanos no han vuelto a verlo desde entonces. 

Posible representación del dios uranio de la etnia bengalí andamanes Pūluga

  Entre los cazadores nómadas de los Selk'nam, de la Tierra de Fuego (Sud América), el dios se llama Temáukel, pero debido al temor sagrado ese nombre no se pronuncia nunca. Se le llama habitualmente so'onh-haskan, es decir "habitante del cielo".

   Es eterno, omnisciente, todopoderoso, creador; pero la creación fue terminada por él, sino por su progenie, especialmente por su hijo, también ellos hechos por el dios supremo antes de retirase por encima de las estrellas. Pues este dios se ha aislado de los humanos, indiferente a los asuntos del mundo.

   No tenía imágenes ni sacerdotes. Es el autor de las leyes morales, es el juez, y en última instancia el dueño de los destinos. Pero sólo se le dirigían oraciones en caso de enfermedad: "¡Tú, el de arriba, no me quites a mi niño; es todavía demasiado pequeño", y se le hacen ofrendas especialmente en las intemperies. 

Preparación para ritual de la etnia Selk'nam, también llamados Onas.
Hacia fines del siglo XIX la isla Grande de Tierra del Fuego concitó el interés de grandes compañías ganaderas. La introducción de las estancias ovejeras creó fuertes conflictos entre los nativos y los colonos británicos, argentinos y chilenos, conflicto que adquirió ribetes de guerra de exterminio. Las grandes compañías ovejeras llegaron a pagar una libra esterlina por cada selknam muerto, lo que era confirmado presentando manos u orejas de las víctimas. Las tribus del norte fueron las primeras afectadas, iniciándose una oleada migratoria al extremo sur de la isla para escapar de las masacres. En busca de alternativas a la matanza, en 1890 el Gobierno chileno cedió la isla Dawson, en el estrecho de Magallanes, a sacerdotes salesianos que establecieron allí una misión dotada de amplios recursos económicos. Los selknam que sobrevivieron al genocidio fueron virtualmente deportados a la isla, la que en un plazo de veinte años cerró dejando un cementerio poblado de cruces.  La última representante pura de este pueblo, Ángela Loij, falleció en 1974.

   En África se han encontrado por todas partes los rastros de un gran dios celeste casi desaparecido, o a punto de desaparecer del culto. Su lugar ha sido remplazado por otras fuerzas religiosas, y en primer lugar por el culto a los antepasados. 

   Los This emplean la palabra Nyankupon, que es el nombre de su dios supremo, para designar al cielo y a la lluvia. Cada vez que llovía, se pensaba que el dios descendía desde su morada en las alturas. Los Ba-ilas, tribus bantúes del valle del Kafúe, creen en un ser supremo todopoderoso, creador, que habita en el cielo, y al que llaman Leza. Para la mayoría de las poblaciones Ewe, Mawu es el nombre femenino del ser supremo, cuyo nombre deriva de "wu", "cubrir".

  Mawu también es el término utilizado para designar al firmamento y a la lluvia. El azul del firmamento es el velo con que Mawu se cubre el rostro; las nubes son sus vestidos y sus adornos; el azul y el blanco sus colores favoritos (su sacerdote no puede llevar otros colores). La luz es el aceite con que Mawu unge su cuerpo desmesurado. Ella envía la lluvia y es omnisciente.

Vestimentas y máscaras para el culto a los antepasados en Africa Occidental. Esta práctica religiosa ha ido suplantando poco a poco la creencia de una divinidad suprema a la que hay que rendir culto.  El culto a los antepasados es una práctica piadosa común a varias religiones basada en la creencia que los miembros de la familia que han muerto (ancestros) tienen una nueva existencia, se interesan por los asuntos del mundo y poseen la habilidad de influir en la suerte de los vivos. 

Representación contemporánea de la diosa celestial creadora Mawu, cuyo culto se extiende a toda la etnia Ewe.


DEUS OTIOUSUS

   La ausencia de un calendario sagrado de los ritos periódicos es una característica de la gran mayoría de los dioses celestes, pues se crea una suerte de trascendencia y pasividad de la deidad suprema, demasiado alejada del hombre para satisfacer sus innumerables necesidades religiosas, económicas y vitales.

   En otras palabras, la deidad celestial se retira de su creación y deja de ocuparse de los asuntos mundanos, dejando el cuidado de su creación a otros dioses más jóvenes y activos (claro ejemplo es del dios Urano y Gea que son sustituidos por Zeus y los demás dioses olímpicos, también está el ejemplo de Enlil y Enki que stituyen a su padre Anu en las labores de la creación, o Indra que deja su lugar a Shiva y Vishnú).

   De este alejamiento voluntario de la deidad primordial nace la tipificación de "dioses ociosos", aplicado a esas deidades supremas retiradas. Veamos algunos conocidos ejemplos históricos de este concepto: 

Los hermanos sagrados Enki y Enlil fueron ellos los que terminaron la creación divina y sucedieron en el poder a su padre An (o Anu), quien se retiró a su morada divina en los cielos.

Shiva y Vishnu, sucesores del dios supremo Indra en la labor de la creación.

Representación manierista elaborada en fresco por el artista italiano Giorgio Vasari, que ilustra el episodio mitológico de la castración del dios supremo Urano, llevada a cabo por su propio hijo Cronos, quien será el que, después de este acto, tomará la sucesión del poder divino, relegando a su viejo padre al olvido. Paradójicamente, luego será el mismo relevado en el poder divino por otra deidad celestial llamada Zeus.

   Por ejemplo, en muchas religiones tribales africanas el gran dios celeste, el ser supremo, creador y todopoderoso, solo desempeña un rol insignificante en la vida religiosa de la tribu. Está demasiado lejos o es demasiado bueno para necesitar un culto propiamente dicho, y se le invoca únicamente en casos extremos.

  Los Yorubás de la Costa de los Esclavos creen en un dios del cielo al que llaman Olorún (literalmente "propietario del cielo") quien, después de haber comenzado la creación del mundo, confió la tarea de acabarlo y de gobernarlo a un dios inferior, su hijo Obatalá. Por su parte Olorún se retiró definitivamente de los asuntos terrestres humanos y no hay templos, ni estatuas, ni sacerdotes de ese dios supremo. Sin embargo es invocado como último recurso en caso de calamidad.  


Ilustración contemporánea del artista finlandés Ari-Matti Toivonen, que representa al supremo dios africano Olorún, deidad aún vigente en la religión santera.


Obatalá, ser creado por el dios supremo Olorún para poner control en la Tierra ante las malicias de Eshu; también es llamado el Orisha Mayor. Obatalá sucede en el poder de la creación a Olorún, siendo él el dueño de la pureza, de ahí la consagración del color blanco, también es el dueño de todas las cabezas, por lo que rige en todos los seres humanos.


   Los Hereros, población Bantú del suroeste de África, llaman a su dios supremo Ndyambi. Retirado al cielo, ha abandonado la humanidad a divinidades inferiores. Por eso ya no es adorado."Por qué le ofreceríamos sacrificios?", explica un indígena. "No tenemos que temerle, pues al contrario de nuestros muertos, no nos hace ningún daño." Sin embargo, los Hereros le dirigen oraciones en ocasión de una dicha inesperada.

   La vida religiosa de estas culturas, está determinada por el temor generado por el culto de los espíritus, son los espíritus de los muertos los que ejercen el verdadero control sobre los asuntos del mundo y es a ellos a quienes ofrecen un culto regular.

Fotografía de finales del s. XIX que retrata a una familia perteneciente al pueblo Herero

Figurilla que representa a la deidad celestial africana Nzambi (o Nsambe, Ndyambi dependiendo del grupo étnico).  La tradición oral bakongo cuenta en sus leyendas que, Nzambi creó el cielo, todos los astros, y también a la primera pareja humana, de la cual desciende la humanidad entera. Cuenta la tradición que el hombre y la mujer fueron creados en el cielo y bajados a la tierra a través de un hilo de araña.


   Los humanos no se acuerdan del cielo y de la divinidad suprema sino cuando un peligro proveniente de las regiones uranias los amenaza directamente; el resto del tiempo, su religiosidad es enfocada hacia las necesidades cotidianas y sus prácticas.

   Sin embargo, todo esto no disminuye en nada la autonomía, la grandeza y la primacía de los seres celestes supremos; es cuando mucho, testimonio de que tanto el ser humano "primitivo", como el "civilizado", olvida a estos dioses con mucha facilidad en cuanto no los necesita; que las durezas de la existencia le obligan a mirar más hacia la tierra que hacia el cielo, y que sólo vuelve a descubrir la importancia del cielo cuando la muerte le amenaza desde allá. 


Continuará...

En las siguientes entregas de la Significación religiosa y simbólica del Cielo desarrollaremos un poco más a profundidad esta "sustitución y fusión divina" que han sufrido los seres supremos celestiales, veremos también la representación cultural de los dioses uranios entre las poblaciones centro asiáticas, árticas, mesopotamia, y más…


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