martes, 11 de octubre de 2016

Quetzalcóatl y los Huesos Arrebatados al Señor de los Muertos


Representación del mítico demiurgo azteca Quetzalcóatl

Este profundo relato narra la creación de la humanidad vista desde la cosmovisión Azteca, donde el dios benefactor Quetzalcóatl, se enfrenta en ingenio al Señor de los Muertos por los huesos sagrados de los primeros seres humanos. El relato fue extraído del libro "Cuentos Populares de la Madre Muerte" (ed. Siruela), y adaptado por Ana Cristina Herreros. 


Quetzalcóatl y los Huesos Arrebatados al Señor de los Muertos
(Mito Azteca)

En el principio sólo había agua y cielo. En el agua no había nada y en el cielo estaban los dioses. Los dioses bajaron del cielo a la diosa Tierra, que se puso a caminar por encima del agua. Cuando esto vieron, no les gustó nada la actitud tan ligera de la diosa, que insistía en no quedarse quieta, así que enviaron a dos dioses convertidos en dos grandes serpientes para detener a la Tierra. Las serpientes se enroscaron en su mano derecha y en su pie izquierdo y tiraron de ella tanto que la rompieron por la mitad. La tierra se quedó quieta, dividida en dos, y por en medio de ella comenzó a discurrir el agua. Y, para compensar a la diosa Tierra por el daño causado, dispusieron que de ella salieran todos los frutos necesarios para la vida. De sus cabellos, salieron los árboles, las flores, las hierbas; de su piel, más flores y más hierbas, pero más pequeñas; de sus ojos, pozos, fuentes y cavernas; de la boca ríos y profundas simas; de la nariz, montes; de los agujeros de la nariz, valles; y de sus hombros cordilleras.

     Todo estaba ya listo para que el ser humano fuese creado, Quetzalcóatl, también llamado Noche y Viento, fue quien creó a los primeros humanos que habitaron sobre la Tierra. Se llamaron Oxomoco y Cipactónal y los dioses les enseñaron, a Oxomoco, la agricultura y, a Cipactónal, el arte del tejido. Luego, hicieron los días y los repartieron en meses, creando el tiempo. Después crearon el reino de los muertos y lo pusieron bajo el dominio del Señor y la Señora del reino de los muertos, marido y mujer, para que juntos reinaran.



Representación azteca de la pareja primigenia Oxomoco y Cipactónal

     Pero hubo un año en que llovió tanto que se cayeron los cielos y las aguas se llevaron a todos los humanos que había, que desaparecieron como humanos y se convirtieron en las diferentes especies de peces que hay hoy. Así que hubo que levantar el cielo y lo apuntalaron, para que no volviese a caerse, cuatro dioses convertidos en árboles, que con las puntas de sus ramas llenaron el cielo de agujeros: son las estrellas que nos alumbran. Después hubo que dar vida a la Tierra, porque se había muerto cuando el cielo cayó sobre ella. Y cuando la Tierra ya tuvo vida, los dioses hicieron fuego con unos palos y decidieron crear de nuevo a los humanos para que habitaran esta nueva Tierra. Para ello Quetzalcóatl fue al Inframundo a buscar los huesos sagrados de los primeros hombres y de las primeras mujeres, que el Señor y la Señora del reino de los muertos guardaban.

     —He venido a por los huesos preciosos que tú guardas —le dijo Quetzalcóatl al Señor de los muertos.

     —¿Qué harás tú con ellos, Quetzalcóatl? —contestó éste.

     —Los Dioses quieren hacer con ellos de nuevo al hombre y a la mujer, que habiten sobre la tierra.

     De nuevo dijo el Señor den los muertos:

     —Bien está. Toma mi caracol, hazlo sonar y luego coge los huesos y da cuatro vueltas con ellos en tus brazos alrededor de mi asiento de esmeraldas. Sólo así podrás llevártelos.

     Pero Quetzalcóatl se dio cuenta de que el caracol del Señor de los muertos no tenía orificio para soplar. El Señor de los muertos no quería entregarle los huesos sagrados y por ello urdía aquella treta. Quetzalcóatl llamó a los gusanos, que se metieron dentro del caracol y le hicieron agujeros por los que soplar. Luego llamó a las abejas, que también se metieron dentro del caracol y con el aire de sus alas lo hicieron sonar. Cuando el Señor de los muertos lo oyó, se dio cuenta de que no podía negarse a entregarle los huesos puesto que había cumplido la condición puesta, y dijo:

     —Está bien, tómalos.

     Pero el Señor de los muertos no se los había dado de buen grado y pronto se arrepintió y dijo a sus mensajeros, los moradores del reino de los muertos:

      —Id a decirle que tiene que devolverlos.

     —No, me los llevo para siempre —respondió Quetzalcóatl, que había oído la orden de aquel Señor.

     Y Quetzalcóatl cogió los huesos sagrados: por un lado, cogió los huesos de hombre y, por otro, los huesos de la mujer; hizo dos fardos y se los llevó.

      Otra vez les dijo el Señor de los muertos a sus mensajeros:

     —¿De verdad se ha llevado Quetzalcóatl los huesos sagrados? Id y haced un hoyo en su camino para detenerlo.

     Y así lo hicieron. Cayó Quetzalcóatl en el hoyo, se espantaron las codornices y se le cayeron los huesos esparciéndose por la tierra. Quetzalcóatl se desmayó del golpe y las codornices picotearon los huesos sagrados. Cuando volvió en sí, recogió los huesos pero, como no sabía cuáles eran de hombre y cuáles de mujer, los juntó y se los llevó a la Diosa Tamoanchán, y ésta se los dio a Quilaztli, que molió todos los huesos y los echó en una vasija preciosa. Sobre esta vasija Quetzalcóatl hizo sangrar su miembro y con esta masa de huesos de los muertos y de sangre de un Dios se formaron hombres y mujeres.

     Y es por esto por lo que en cada uno de nosotros hay un poco de hombre y un poco de mujer, y un poco de muerte y un poco de vida.

Representación de Mictlantecuhtli (el Señor de los muertos) descrito en el Códice Fejérváry-Mayer.

RELATO PDF:

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